Último episodio publicado: 1 de abril de 2024


23 de octubre de 2019

LOADING - Snow Brothers para NES: del arcade a la tele de tu casa



SISTEMA: NES
AÑO: 1991
GÉNERO: Plataformas-arcde
PROGRAMACIÓN: Toaplan/Capcom
PUNTUACIÓN: *****

É
rase una vez, a principios de los 90, dos muchachos de incipiente pelusilla infranasal que, al menos una vez en semana, se ponían a los mandos de una recreativa protagonizada por dos muñecos de nieve mientras jaleaban y vociferaban enérgicamente. Una recreativa llamada Snow Bros. con la que cualquiera que haya pisado un salón recreativo estará más que familiarizado, y que fue llevada por Toaplan y Capcom a NES (ligero cambio de nombre mediante) en 1991.


Al contrario que en la horripilante portada, el diseño de los protagonistas en la pantalla de inicio iba mucho más acorde con el que lucían en el juego

Con el permiso del lector, y para contextualizar adecuadamente este Loading, me gustaría hablar muy brevemente sobre Álex, un buen amigo de la infancia y uno de los dos protagonistas del párrafo anterior. Como jugador expresivo que es, siempre ha sido de vocalizar, en un tono razonablemente alto, su interpretación de lo que ocurre en pantalla. Este fenómeno se daba, sobre todo, en los salones arcade y alcanzaba sus mayores cotas en el juego que nos ocupa, ocasiones en las que, debo reconocer, me sentía contagiado por los desinhibidos alaridos de mi colega. Dicho de otro modo, nuestras partidas a Snow Bros. eran un absurdo griterío digno de dos auténticos descerebrados.

La variedad en el diseño y comportamiento de los enemigos resultaba vital para evitar que las partidas se volvieran repetitivas

Dicho esto, para Álex y un servidor, el port de NES era una oportunidad de oro para liarla disfrutar en casa de un plataformas terriblemente adictivo y que era diversión en estado puro; sobre todo si, como en nuestro caso, disponíamos de un segundo jugador dispuesto a acompañarnos codo con codo en nuestro periplo en la búsqueda del secuestrador de princesas de turno, que servía como excusa para dar algún sentido argumental al juego.

La historia no resultaba ni remotamente original, pero al menos se molestaron en inventarse un motivo para que andáramos convirtiendo en bolas de nieve a una panda de desgraciados

A pesar de que a día de hoy los precios de la adaptación a NES de Snow Brothers rocen lo prohibitivo, 6.500 pesetas de la época obraban el milagro de llevarte la recreativa al calor del hogar. O casi, porque el título sufrió de lógicos e inevitables recortes técnicos en su paso a la 8 bit de Nintendo. Se simplificaron los gráficos, dotando de un aspecto más plano a todo, se perdieron cuadros de animación, se eliminaron detalles menores como la sangre que manaba de los jefes de final de fase (algo que podría responder tanto a limitaciones técnicas como a las políticas de la Gran N)... y poco más. Todo lo demás estaba ahí: la pegadiza música, las 50 fases, los 5 jefazos, la variedad de enemigos o las fases de bonus. Quizá el mayor pecado de esta versión (comprensible en todo caso) fue tener que sacrificar el número de enemigos en pantalla, lo que la hacía bastante más asequible que la recreativa. A su favor, resultaba más colorido que el original, de tono bastante más oscuro.

El segundo jefe del juego era este poco agraciado individuo con aspecto de batracio rosado. Imposible no quererlo

Se mantenían, asimismo, las famosas pócimas que tantas alegrías y “piques” nos dieron en los recreativos: la azul, para aumentar el tamaño de las bolas de nieve que lanzábamos; la amarilla, que nos permitía lanzar nuestros proyectiles nevados más lejos; la roja, probablemente la favorita de muchos, que nos hacía mucho más veloces y convertía a nuestro personaje en un gracioso monigote que agitaba frenéticamente brazos y piernas; y la verde, que nos inflaba cual globo y nos daba unos segundos de invulnerabilidad para acabar con todo bicho viviente.

La tragaperras fue otro añadido de esta versión con respecto al original


Pero todas las pócimas del mundo habrían carecido de sentido si Snow Brothers de NES no hubiera respetado todas las mecánicas que lo hicieron tan tremendamente popular en su placa arcade. Toaplan y Capcom se cuidaron de mantener intacta la jugabilidad de un programa que partía de una base sencilla pero que sabía proponer retos al jugador en forma de enemigos maliciosamente ubicados, escenarios inteligentemente diseñados y algunos jefes que podían hacernos perder un buen número de vidas antes de que lográramos memorizar sus rutinas y aprendiéramos a contrarrestarlas de manera eficiente. Las carambolas con los enemigos, la posibilidad de empujarlos o incluso hacerles ascender entre las plataformas una vez convertidos en bolas de nieve, el tipejo con forma de calabaza que aparecía para añadir presión cuando nos demorábamos en acabar un nivel... todos y cada uno de los engranajes jugables se mantuvieron justo donde debían estar. 

Nick y Tom, dispuestos a repartir estopa

Y fue gracias a estos engranajes que guardo tan buen recuerdo de “el juego de los muñecos de nieve”. La primera ocasión en la que pude disfrutar de lo que yo, modestamente, consideré como una recreativa en casa. El juego con el que forjé mis cuerdas vocales. El juego por el que me quedé sin tímpanos.

Por Daniel Dueñas

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