En 2017, Wonder Boy III se vió rejuvenecido y puesto al día gracias a unos gráficos preciositas 2D dibujados a mano que aún hoy no han sido superado con creces por su fastuoso diseño artístico y realización. La concepción de aventura más abierta, alejada del concepto de plataformas de accion que tenían los títulos anteriores, ayudó a que el equipo francés Lizardking se tirara de cabeza a un proyecto exquisito que destacó tanto por su divertido desarrollo, como su intrínseca dificultad.
El listón estaba alto y, de hecho, Game Atelier —otro grupo francés—, decidió reconvetir el crowdfunding de Flying Hamster II en una secuela oficial de la saga contando con el beneplácito de Ryuichi Nishizawa, el creador de la saga, y apostando, de nuevo, por un espectacular diseño bidimensional de cielos azules y gráficos saturados a la vieja escuela.
En este caso, el estudio japonés Artdink, poco conocido por estos lares pero cuya franquicia A-Train trascendió fronteras gracias a la distribución de Maxis a principios de los 90, publica el juego en plataformas digitales, y ha optado —siguiendo las directrices del propio Nishizawa— por un diseño poligonal dotado de una suave capa a lo cel shading, un remapeo para proporcionar profundidad en los cambios habituales de plano cuando entramos o salimos por estancias, y una banda sonora puesta al día que no desentona en absoluto. Quizás, a primera vista el resultado general no sorprenda tanto, y de hecho Ryuichi ya declaró que optar por este tipo de diseño ha siddo consensuado y meditado al no contar con artistas de la talla de los equipos franceses y por los, supuestos, beneficios que este enfoque proporcionaría durante la producción y desarrollo del juego.
Sea como fuere, es cierto que Asha in Monster World no destaca tanto en el catálogo indie actual, como lo hiciera su lanzamiento original en la 16 bit de Sega en los 90, cuando se convirtió en uno de los cartuchos más bonitos del excelso catálogo de la consola, aunque solo pudiera ser disfrutado por los japoneses y se optara por la baja resolución (256x224). Sacarle todo el partido a los modelados 3D actuales, a los motores de físicas y shaders varios, a las luces y capturas de movimiento, obligan a contar con un presupuesto enorme, y está claro que no ha sido el caso en un remake que presenta algunas aristas y un acabado atractivo pero que podría haber sido superlativo al contar con un material original tan extraordinario.
Los gráficos no lo son todo, y afortunadamente Artdink no se ha querido quedar únicamente en llevar hasta los sistemas actuales el juego de los 90 tal cual. Algunos cambios sutiles —y otros no tanto—, acercan este duro título un poco más al jugador actual, ofreciéndole ya desde el inicio la posibilidad de jugar a la experiencia real, u optar por una versión más sencilla y simplificada. Luego están los controles, bastante suaves y precisos —aunque el salto a veces nos juegue malas pasadas—, o los cambios con respecto al original en el momento en que cambiamos de plano, aprovechando un mundo 3D real. No es tan confuso como cuando jugamos a la versión original, pero tampoco ha sido resuelto con toda la maestria que podríamos haber esperado.
La esencia del juego, sin embargo, se mantiene, y ponernos a los mandos de Asha es una pequeña delicia. En un juego donde vuelven a primar las plataformas y la acción en detrimento de la exploración —sin llegar a ser uno de esos Monster World del principio de la saga— los ligeros toques roleros al poder mejorar nuestro equipamiento, aumentar nivel de vidas o entablar conversaciones con los lugareños del exótico mundo donde transcurre el juego, desfiguran la frontera entre géneros y nos llevan a poder disfrutar de un título lo suficientemente directo como para no aburrir, aunque también algo corto que evidencia su pasado consolero. Por cierto, que volveremos a pasarla canutas en el templo de hielo, avisados estáis.
La ausencia de poderes mágicos, la exploración y algunos detalles más que sí estuvieron muy presentes en Dragon's Trap, se suplen de alguna manera con la cantidad de movimientos a los que tendremos acceso una vez nos hagamos con el Pepelogo azul, una curiosa criatura que nos permitirá planear, llegar a lugares más altos, parar bocanadas de lava o descubrir secretos. Es increible como todo el diseño y mecánicas del juego se nos abren poco a poco ante nuestros ojos con este pequeño inciso, y como las posibilidades Asha se incrementan más y más para darle al jugón nuevos alicientes y motivarle a continuar para avanzar en la historia.
Wonder Boy: Asha in Monster World es una pequeña gran joya. Su acción directa, divertido planteamiento, atractivo universo y ramalazos viejunos, no chirrían del todo a pesar de ese diseño 3D que podría haber llegado a cotas más altas. La inclusión de "ayudas" actuales como poder grabar partida en todo momento, seleccionar dficultad, etc. no dejan de ser necesarios para un título que quiere considerarse remake de otro. Quizás algo corto —aunque la dificultad ya sabéis que es de vieja escuela y hay algunos puntos interesantes a superar—, y parco en opciones, las virtudes del juego residen en poder disfrutar de un título único en la saga, sobre el que se inspiraría Wayforward luego con su Shantae de Game Boy Color —por mucho que digan—y que produce satisfacción y ampollas en los dedos a partes iguales. Puede que algo justo en lo técnico —lo hemos jugado en Switch—, el precio en digital podría echar para atrás a más de uno, aunque siempre podría optar por alguna de las ediciones físicas publicadas por ININ Games, que además incluye el juego emulado original de Mega Drive. ¡Recomendable!
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