Último episodio publicado: 2 de julio de 2024


19 de julio de 2013

Primer Concurso de RetroRelatos de RetroManiac - Voces en la oscuridad



1º Concurso RetroRelatos de RetroManiac

Voces en la oscuridad, por Enrique García Gálvez

"Ayúdame... ayúdame por favor... Estoy prisionera en las mazmorras del Castillo. Mi nombre es Zelda. El mago Aghanim ha hecho algo con las otras chicas perdidas. Ahora sólo quedo yo... Aganhim ha tomado el control del Castillo y ahora intenta romper el sello de los Siete Sabios... Estoy en la mazmorra del Castillo. Ayúdame, por favor..." - las palabras se escuchaban agónicas en su cabeza, demasiado intensas para estar soñando, demasiado reales, demasiado desesperadas.

Link abrió los ojos. Pudo oir el ruido de la lluvia, los truenos... una tormenta. ¿Qué hacía su tío levantado en mitad de la noche? ¿Y que hacía perpetrado con su armadura y sus antiguas armas de caballero?

Esas voces... "Ayúdame por favor" y ahora la imagen de su tío vestido para una batalla hicieron que Link despertara del todo. Se removió en su alcoba. Su tío se percató de ello.

-Link, voy a salir un rato. Volveré por la mañana. No salgas de casa. - le espetó su tío en un tono muy serio. La última de las tres frases sonó contudente, demasiado para "salir un rato". Sin embargo Link no hizo otra cosa que asentir en silencio mientras veía como su tío saliá de casa hacia alguna empresa para nada trivial. Link se quedó solo.

Todavía resonaban las palabras que escuchaba en sueños antes de despertar. Demasiado reales, demasiado desesperadas. No podía quedarse allí. Su tio iba a enfrentarse a algo. Algo demasiado peligroso, y aunque sus últimas palabras le exhortaban a no intervenir, a quedarse, las voces eran tan intensas en su cabeza que decidió desobedecer.

¿Pero qué hacer? Link no tenía armas como su tío, y ni siquiera sabía por donde empezar. Y estaba tan oscuro...
"Ayúdame, estoy en la mazmorra del Castillo". Las voces seguían martilleando su cabeza. El Castillo. Eso era. Se dirigiría al Castillo. Y buscaría a quien le llamaba desde dentro de su mente.

Link empezó a trazar un plan. Rebuscó en el viejo arcón de su tío, y encontró una lámpara de aceite. "Con esto al menos, la oscuridad será menos problema", pensó. Más animado, y decidido a buscar a quién le pedía socorro, salió al exterior.

La lluvía era más intensa de lo que esperaba, pero ya no había marcha atrás. Link empezó a andar el camino hacia el Castillo. No estaba lejos, su casa, alejada del pueblo más cercano, era la más próxima a la fortaleza. En pocos segundos estaba empapado.

Cuando por fin pudo divisar, intermitentemente gracias a los rayos que caían sin cesar, el puente que salvaba el foso del Castillo, Link se percató de que allí había un letrero de advertencia. Lo reconocíó enseguida. Era el aviso del Rey ofreciendo una recompensa a quién encontrara a los siete descendientes de los Sabios. Éstos no eran más que siete muchachas que vivían en el Castillo bajo la protección del Rey y sus magos, y que según decía la leyenda, eran descendientes de los Sietes Sabios que un día libraron a Hyrule de las fuerzas del mal. Y ahora habían desaparecido. "Seguro que esta voz que me pide auxilio sabe dónde encontrar a los descendientes de los Siete Sabios"-dedujo Link, que empezaba a vislumbrar una serie de hechos más complejos que lo que un rapto múltiple de unas pobres muchachas pudiera hacer pensar en el reino, más allá de los típicos comentarios y cotilleos de los habitantes en las tabernas.

El puente no era demasiado largo, ya que el foso tampoco era una medida de protección real. De haberlo sido no habría habido puente, sino un paso levadizo. No obstante, Link notó que algo no marchaba bien. En la entrada al patio exterior del Castillo había un Guardia Real. "Lógico, estamos en mitad de la noche y está haciendo guardia". Pero sin embargo algo no iba bien. ¿Qué era? La armadura. Aquel soldado no vestía la armadura ligera tradicional en tiempos de paz. Aquel soldado iba equipado con toda una armadura de guerra, y tenía el escudo iniesto y la espada desenvainada. A pesar de aquel abrumador detalle, Link decidió que lo mejor era avisar directamente de la situación al guardia y solicitar el paso hacia el interior del Castillo.

-¡Oye niño! ¡No se puede pasar al Castillo! ¡Vete a casa a dormir! - El guardia no había dejado ni que Link comenzara a hablar. Su tono fue tosco y nervioso. Y decididamente también era definitivo. Link pensó que tendría que encontrar otra forma de entrar al Castillo. Debería hacerlo si de verdad queria ayudar a esa chica que le hablaba en su cabeza.

"Ayúdame..." - la voz comenzó a golpearle la cabeza de nuevo, pero esta vez venía con un mensaje nuevo - "Hay una entrada secreta fuera del Castillo..."

¿Una entrada secreta? "¡Por supuesto!"-pensó Link, casí lo gritó-."Todos los Castillos tienen vias secretas tanto para entrar como salir... ¿pero dónde?"

Tras una exploración de los laterales de la muralla, no tardó en encontrarla tras unos arbustos. Era un pequeño agujero muy bien disimulado entre la maleza, abundante por aquella zona y también en las faldas amuralladas del Castillo. Era un pequeño agujero, tan negro y oscuro que Link dudó un momento, pero sólo eso, un momento. Cogió aire y se metió por él.

La lluvia, la oscuridad y el nerviosismo de Link hicieron que este no calibrara bien el paso que estaba dando. Y comenzó a caer. Su cuerpo golpeó y rastreó la pared del pozo por el que caía. El barro le entró en los ojos y de forma inútil intentaba aferrarse, a ciegas, a cualquier elemento que advirtieran sus manos, raices o rocas, pero todo infructuoso. Al poco, llegó al suelo. Más bien se zambuyó en él, pues la lluvia había formado un pequeño estanque al final del pasadizo vertical que acababa de atravesar de forma tan caótica y éste le sirvió para amortiguar la, en cualquier caso, dolorosa caida. Tanto como el aterrizaje. Pero, a pesar del dolor, se encontraba bien, y decidido a avanzar. Ya no había marcha atrás.

Curiosamente no necesitó acostrumbar la vista a la oscuridad, pues se encontraba en un pasadizo enladrillado, del mismo estilo arquitectónico del Castillo, y curiosamente, se encontraba iluminado por pequeñas antorchas en la pared. Parece ser que este acceso estaba utilizándose de forma reciente y frecuentemente por alguien. O quizá por más de una persona. Todo eso a Link ahora mismo le daba igual. Iba a buscar esa voz. Y entonces lo vió.

Estaba tirado en el suelo, bocarriba. Aún asía la espada y el escudo en sus manos, pero la sangre cubría casi la totalidad de su embarrado cuerpo. Era su tío. Un grito mudo intentó llenar el silencio que, salvo los intermitentes goteos provocados por la lluvia, se extendía por todo el pasadizo.

-Tío...-Link se arrodilló e intentó incorporar a su maltrecho protector-Tío...
-Oooh.. Link... - "¡Estaba vivo! ¡Gracias a Dios!" - Link empezó a notar como las lágrimas se amontonaban en los bordes de sus ojos. No sabía si era alegría o pena, pero al menos su tío acababa de hablar. -...no quería involucrarte en esto...Te dije que no salieras de casa... - su tio cada vez hablaba de forma más entrecortada. La sangre le escurría invariablemente de la nariz y de la boca.
-...toma mi espada... y mi escudo... y escucha...-a Link le pareció que su tío le volvía a habar en ese tono tan severo del que era capaz cuando hablaba de "cosas importantes", como él decía.
-...puedes usar el poder de la espada pulsando el botón B... usa el poder de nuestra familia...-Link sabía de lo que hablaba. Había practicado muchas veces con su tío las técnicas de lucha con la espada. Pero ahora... todo era tan real, tan amargamente real.- Link... puedes hacerlo...¡Salva a la Princesa!...Zelda...es...tu...

Silencio. Su tío no terminó la frase. Ni la terminaría. Link notó como todas esas lágrimas acumuladas comenzaron a correr libremente por su rostro. Se abrian paso entre el barro, y la sangre de su tio, muerto. Estaba muerto. "¿Por qué? ¿qué estaba pasando? Tío... ¿por qué no te quedaste tú también en casa? ¿Por qué...?"- los pensamientos, los sollozos, las lágrimas, el dolor, todo se agolpaba y convulsionaba a Link. Y entonces vió el resplandor. Vió la legendaria espada y el escudo que la muerte de su tio habían terminado por dejar caer al suelo. Y supo que tenía que hacer.

Aún entre sollozos, cogió las armas, las que tantas veces había visto limpiar a su tio en casa, con mimo, relucientes. Ahora estaban mojadas, ennegrecidas por lo que parecía oscura sangre y sucio barro, pero aún así le seguían siendo familiares.

"Zelda... Tío... Yo...yo... vengaré tu muerte...salvaré a la princesa... a la princesa Zelda."-Link dejó de llorar. El dolor seguía atenazando su corazón y la expresión de su tio al exhalar su último vestigio de vida se le clavaba como una aguja en su cerebro, pero ahora sabía lo que tenía que hacer, y sabía como hacerlo. Y sobre todo: ahora tenía con qué hacerlo.

Apretó la espada con su puño hasta que la circulación comenzó a serle dificultosa, apretó los dientés y remarcó la respiración. Se levantó y miró al frente. Su tío le había encomendado una última tarea que iba a cumplir. Por encima de todo y de todos. Ahora si.
La Leyenda de Zelda acababa de comenzar.

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