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18 de noviembre de 2022

Impresiones con Wizorb para Switch; un viejo conocido de la escena indie se pasea por la híbrida de Nintendo



Hace mucho, mucho tiempo, allá cuando nacía RetroManiac (¡más o menos en 2010, qué narices!), una incipiente Tribute Games lanzaba Wizorb, un divertido juego arcade con toques roleros inspirado en el clásico Breakout, Arkanoid y toda esa plétora de clones. Comandado por el diseñador Jonathan Lavigne, aquel pequeño estudio independiente afincado en Canadá no ha hecho más que desarrollarse hasta alcanzar el cielo con el reciente Shredder's Revenge. Ahora es tiempo de celebrar aniversarios, y nada mejor que recuperando a Wizorb. ¿Encandilará a los usuarios de Switch?

Una lágrima recorre nuestra mejilla (lo sentimos, somos unos nostálgicos de tomo y lomo), cuando recordamos aquel, lejano ya, 2011. Parece mentira, pero los años no han pasado en balde, y ni RetroManiac es lo que era, ni la escena independiente tampoco, copada hoy en día por cientos de lanzamientos diarios que oscilan entre los menudos presupuestos de jóvenes grupos que buscan hueco en este competido sector, y aquellas producciones que se mantienen alejadas de los habituales protagonistas del mercado (Nintendo, Atari, Ubi, Sony...), pero manejan fajos y fajos de billetes verdes.

El uso del disparo reducirá nuestra reserva de magia, ojito


Wizorb fue uno de esos juegos pixelados que llamaron la atención en los tiempos de Desura y el bazar indie de Xbox 360, sirviendo de carta de presentación al recién creado sello de Tribute Games. Luego pasaría por otras plataformas sin grandes alardes ni cambios, pero respetando la esencia, la jugabilidad clásica y el precio más que comedido. Ahora, y con la excusa del 10 aniversario, Tribute se animó hace unas semanas a publicar el juego en la tienda online de Switch, para algarabía de los amantes de las mecánicas más viejunas.

No estás obligado, pero te sentirás mejor si echas una mano a los del pueblo


Y es que, en esencia, Wizorb no deja de ser un Breakout centrifugado por el filtro del pixelado atractivo que podrían pasar por las 32 bit, con un ligero toque de rol y algunas variantes en sus mecánicas para no hacerlo tan tedioso. El típico machacaladrillos siempre tendrá sus adeptos, pero es complicado que las nuevas generaciones se sientan atraídas por una jugabilidad muy simplona que podría llegar a aburrir fácilmente a poco que no cambien un poco las reglas de juego. Quizás por eso, Tribute decidió incorporar un par de funciones a nuestra raqueta rebota bolas, como son la posibilidad de disparar (tengamos o no un ítem) y a poder variar un poco la trayectoria de la bola. Eso sí, a costa de utilizar parte de nuestra reserva de magia. Esto ya lo hacía, de alguna manera, juegos tan conocidos en el género como el Arkanoid de Taito, quizás el culpable de la fiebre por el sistema de juegos a mediados de los 80 y parte de los 90, pero Wizorb, además, lo ha envuelto en un papel aventurero que va un poquito más allá de la historia que se nos cuenta.

Los jefes finales le dan variedad al transcurso de los niveles


Y es que, en realidad a quién controlaremos es a una especie de mago llamado Cyrus, que acude al otrora pacífico reino de Gorudo para salvarlo de la presencia de los malos de turnos. Para ello, Cyrus cuenta con unas artes mágicas denominadas Wizorb (¡ejem!), que le permiten convertirse en una suerte de raqueta capaz de hacer que una bola machaca ladrillos y enemigos rebote en él. Surrealista, pero al mismo tiempo muy cándido y perfectamente entendible en el universo de los videojuegos, ¿a qué sí?



Historias aparte, nos enfrentaremos a varios mundos compuestos de una docena de niveles cada uno, donde no faltarán obstáculos, diferentes tipos de enemigos, ítems especiales, tiendas y hasta bosses finales. Algo de colorido que se complementa con la recogida de monedas, muy útiles para gastarlas en la tienda en nuevos ítems o en vidas extra, y para ayudar a los colegas del reino para que reconstruyan sus destrozadas casas (los pobres...). No hay mucho más que hacer, es un desarrollo y una mecánica tan simple como el de un chupete: habilidad con el movimiento de nuestra raqueta, saber hacer que la bola rebote en el ángulo adecuado, y consumir de forma inteligente nuestra magia para atravesar los niveles.

Si se te acaban las vidas aquí, volverás al inicio del mundo. Bueno, tienes 20 vidas...


Hay varios niveles de dificultad, por lo que no tendremos que desesperar, pero también es cierto que las continuaciones nos llevarán al principio del mundo aunque hayamos llegado hasta el boss final, algo que puede impacientar al más pintado, ya que en la mayoría de las veces no apetece volver a repetir los niveles, algunos de desarrollo más tedioso que otros. Os recomendamos vigilar siempre vuestras vidas, y no escatimar con la compra de este valioso ítem para no quedaros tirados a mitad de mundo. Palabrita del niño Jesús.

¡Un hada! Aprovecha que es tu día de suerte


Por otro lado, todo el juego está rodeado de una presentación espectacular, muy conveniente; una banda sonora pasable que no se fijará demasiado en vuestro cerebro, todo hay que decirlo, y una simpatía y buen hacer que contrasta su simpleza con la complejidad de las últimas producciones del grupo como Panzer Paladin o el mentado beat'em up de las Tortugas. Una evolución, que merece la pena estudiar con juegos accesibles cómo este. Quizás no para todo el mundo, quizás a veces algo aburrido o incomprendido (el género en sí lo es), quizás no tan variado como uno podría haber deseado, y echamos en falta novedades aprovechando este décimo aniversario (bocetos, alguna entrevista...) pero repleto hasta los topes de buen gusto y ganas de despuntar en ese panorama indie que se abría a principios de la década. Al final, el tiempo les dio la razón, y nosotros aquí seguimos para contároslo, aunque sea a medio gas.

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